El llanto podrá durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría. Salmos 30:5
Estamos terminando un año en el que escuchamos voces de la sociedad que nos dicen que fue un año perdido, lleno de miedo, pánico, dudas, incertidumbre, pérdidas físicas de amigos y familiares. Eso es verdad, pero ante toda esta situación muchos se preguntan, ¿Dónde está Dios? Sabemos como hijos de Dios que Él no estuvo ni está en pausa, sino que sigue trabajando y reinando con poder en medio de esta pandemia.
Estamos viviendo un tiempo extraordinario como Iglesia global, donde vemos que la gente está más que nunca abierta a recibir un mensaje de esperanza en medio de tan grande dificultad. Podemos declarar sobre nuestra sociedad más que nunca que hay esperanza en Cristo Jesús.
Por eso, si piensas que este 2020 fue un año perdido, dejame decirte que estas equivocado, porque luchar contra la tristeza, el miedo, la depresión y la angustia es hacer mucho, y deberías sentirte honrado y digno de haber sido muy valiente. Hoy por hoy, debes seguir luchando e intentando, sin darte por vencido.
Recuerda, el Señor no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, amor y dominio propio (2 Timoteo 1:7). Nadie se echa para atrás; como hijos de Dios tenemos un espíritu que no se dobla.
Por eso te animo a seguir dándole batalla a aquellas cosas que no pudimos lograr en el 2020. ¿Estas llorando? El llanto podrá durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría. No temas ni un segundo más porque habrá sido un segundo menos de felicidad.
Solo basta creer que recuperarás todo. Cristo tiene un plan para ti, y será perfecto.
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Mt.16:16, RVR1960.
Todos se preguntaban quién era Jesús, ese hombre que hacía señales y milagros.
Jesús mismo les preguntó a sus discípulos: "Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?.." (Mt.16:13). Respondieron "Elías", "Juan el Bautista" o "alguno de los profetas..."
"¿...y vosotros, quién decís que soy yo?" Preguntó. Pedro respondió: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (v16).
Hoy en día, muchos siguen sin saber quién es Jesús.
Jesús le respondió: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mt.16:17). Esta verdad espiritual es revelada por Dios y es el fundamento de nuestra fe.
Edificada sobre ese fundamento, la Iglesia posee toda autoridad para dar a conocer el nombre de Jesús, de modo que muchos puedan creer en Él.
Oremos que en este tiempo, la Iglesia, cada uno de nosotros, podamos tomar esa autoridad que nos ha sido dada, y proclamar al mundo, como dijo Pedro, quién es Jesús: "El Cristo, el Hijo del Dios viviente".
1Ts 5:18: "Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntafd de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús."
Última semana del año y es bueno tomarnos un momento de reflexión.
Todos pasamos en estos meses por diferentes situaciones pero sin duda hemos visto la mano de Dios. Multiplicando, proveyendo, dando esperanza, salud, sueños nuevos, trabajos y por sobre todo su compañía.
Dios ha sido fiel, y siempre lo será.
No podemos hacer más que ser agradecidos a Él y estar esperanzados y confiados que si estuvo al control de este año, lo estará en el 2021.
Pero el ángel les dijo: «No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor. Lc.2:10-11, NVI.
Ya nada sería igual. Jesús nació en Belén (una ciudad pequeña de Judea, en Israel), en tiempos del imperio romano. ¡De tal manera nos ama Dios!
Jesús cambió la historia y el destino de la humanidad. Él vino para darnos vida, para mostrarnos el camino al Cielo.
Jesús nació... "para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, más tenga vida eterna" (Jn.3:16).
Somos mensajeros, portadores del mismo mensaje de consuelo, de esperanza y alegría:
"No tengan miedo... ¡Hay esperanza! Nació Jesús... ¡vino a salvarnos!"
En este año que termina, recordemos una vez más, ¡cuánto nos ama Dios! Su amor que salva, su amor que nos sana el alma. "Porque ni la muerte, ni la vida... ni ninguna otra cosa creada... podrá separarnos del amor de Dios" (Ro 8:38-39).