viernes, 6 de noviembre de 2020

Devocional

Devocional 6|11|20 por María del Carmen Fabbri Rojas 



En Juan 15:20-21, el Señor advirtió: “¿Recuerdan lo que les dije? “El esclavo no es superior a su amo”. Ya que me persiguieron a mí, también a ustedes los perseguirán. Y, si me hubieran escuchado a mí, también los escucharían a ustedes. Les harán todo eso a causa de mí, porque han rechazado a aquel que me envió”.

Esas persecuciones nunca cesaron, y la historia de la Iglesia es también la de millares de “mártires”, es decir, testigos, que es lo que significa en el idioma original. Los que se juegan hasta el fin para dar testimonio del Señor y de su obra.

Hoy en día, en pleno siglo XXI, hay 280 millones de hermanos nuestros en esas condiciones: sufren persecución alta, severa o extrema según los países, simplemente por ser cristianos.

Están expuestos a ser echados de sus familias, despedidos de sus trabajos, despojados de sus bienes. En los países más duros pueden ser encarcelados, torturados, internados como enfermos mentales y hasta asesinados.

En este enlace la organización Puertas Abiertas mantiene un mapa actualizado de la Iglesia Perseguida y mayor información: https://www.puertasabiertasal.org/pers.../lista-mundial/mapa

También dice que, aunque los perseguidos necesitan de todo, lo que más les piden es ORACIÓN.

¿Podremos nosotros, que aunque atravesamos dificultades no padecemos penurias tan extremas, levantar sus brazos dolidos y sus piernas cansadas con nuestras oraciones? ¿Presentarlos ante el altar y clamar por ellos, pedir que sean guardados, fortalecidos, consolados, según necesiten? ¿Qué los ángeles del Señor los auxilien?

Que el Señor nos ayude a percibir, como cuerpo que somos, el padecimiento de nuestros hermanos, también los que están lejos, y bendecirlos según el Espíritu nos guíe.

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