~ Devocional 10|12|20 por María Bettina López ~
Jesús estaba orando en Getsemaní. Le había dicho a sus discípulos de más confianza que velaran porque su alma estaba muy triste, hasta la muerte. Y aún así ellos no pudieron velar (vrs 32-42). Los venció el sueño. A las vírgenes insensatas de la parábola de Mateo 25:3 les pasó lo mismo. No tomaron suficiente aceite.
Nos puede pasar algo así? Que entremos como en un letargo espiritual que provoque que nos cueste leer la Biblia, o que leamos pero sin comprender ni asimilar lo que Dios nos quiere decir. O que nos cueste orar. Nos cueste disciplinarnos.
El letargo es un estado de somnolencia prolongada. Nos quedamos como inertes, como dormidos o sin reacción. Si notamos que corremos el riesgo que espiritualmente nos pase esto, volvamos a poner la mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe. Clamemos para salir de este estado y despertar. Renunciemos a ese letargo, despojémonos de toda preocupación entregándosela al Señor. Volvamos a sumergirnos en su Palabra, oremos, limpiemos nuestras lámparas de todo lo viejo y rancio y llenémoslas con aceite fresco, con su Espíritu. El Señor quiere hablarnos, quiere obrar en nuestras vidas, no para que vivamos libres de obstáculos, sino para que seamos sus amigos, los que transmiten su Palabra, para que seamos sus testigos, para que nos dejemos moldear de acuerdo a su propósito.
«¡Socorro, Señor !», clamaron en medio de su dificultad, y él los salvó de su aflicción. Envió su palabra y los sanó; los arrebató de las puertas de la muerte.
Salmos 107:19-20 NTV
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