~ Devocional 18|08|20 por Bettina López ~
*Sal 42: 1-3 RV60* Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?
Tenemos todo este tiempo para buscar al Señor, para acercarnos a su trono confiadamente y hallar el oportuno socorro. Por mas que no podamos juntarnos, cada uno en nuestras casas podemos levantar un altar, clamar como el ciervo en la brama, con plena seguridad que Jesús nos oirá y que su Espíritu Santo nos responderá.
Claro que anhelamos volver a estar juntos; pero mientras tanto clamemos unos por otros, intercedamos por las necesidades que se presentan, preguntemos a Dios: ¿qué querés hacer conmigo hoy? ¿Cómo puedo servirte? ¿Qué debo entregarte? ¿Hay algo que moleste en nuestra relación? Esa sed de Dios nos hace seguir vivos espiritualmente, nos ayuda a crecer, a santificarnos, a que Dios ordene nuestra forma de pensar, de mirar y de actuar. Mi alma tiene sed del Dios vivo.
Como nos decía nuestro Copastor Walter este domingo, ¿quién es Dios para mí? ¿Quién dices que soy? Clamemos como el ciervo por el obrar de Dios en nuestras vidas, busquémoslo con ese mismo anhelo, porque solo lo eterno da sentido a nuestras vidas.
Y Él a su tiempo nos dará la salida y podremos volver a alabarlo juntos. Seguimos siendo un Cuerpo, y su Espíritu nos une. Hay tantas necesidades por las que clamar, de salud, de trabajo, de salvación, de paz y reconcilación.
Clamemos al Dios verdadero, al único que puede y quiere darnos la salida.
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