~ Devocional 16|10|20 por María del Carmen Fabbri Rojas ~
…el Señor tu Dios… no te dejará ni te desamparará” (Deuteronomio 31:6, RVC).
“¿Cuántos quieren tener victoria esta semana?” —dijo el predicador.
Le respondió un ardoroso clamor al que me uní yo, que lo escuchaba por radio.
“Entonces tendremos luchas” —dijo el predicador.
Le respondió un silencio espeso, tan espeso que casi podía palparse. Y poco a poco esa verdad fue entrando en nuestras mentes, barriendo nuestro triunfalismo superficial: para que haya victorias deberá haber luchas.
Lo recordé mucho en estos días difíciles para todos. Cuando en un trance muy arduo el Señor dijo a mi corazón: “No te dejaré ni te desampararé”.
No una, sino cinco veces en el Antiguo Testamento el Señor les dice a los suyos que no los dejará ni los desamparará: una a Jacob (Gn 28:15); tres veces a Josué (Jos 1:5; Dt 31:6,8); y una vez a Salomón (1Cr 28:20). El texto de Deuteronomio 31:6 es “Esfuércense y cobren ánimo; no teman, ni tengan miedo de ellos, porque contigo marcha el Señor tu Dios, y él no te dejará ni te desamparará” (RVC).
El Nuevo Testamento lo dice una vez más, en Hebreos 13:5, “No te dejaré ni te desampararé”.
¡Qué consolador resulta saber que, como expresa un fino comentarista de la Palabra, «Lo que se les dijo a ellos, se nos aplica a nosotros también. Nunca retirará su presencia (“nunca te dejaré”) ni su socorro (“ni te desampararé”)»!
Hebreos 13:6 sigue diciendo: «de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”».
A lo que nosotros decimos: ¡Amén! ¡Y esta pandemia tampoco, en el nombre de Jesús!
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