~ Devocional 8|10|20 por Ana Pérez ~
"Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar..." Lc.11:1, RVR60.
La oración es un mandamiento, pero también una necesidad vital para todo hijo de Dios. Jesús nos dejó Su ejemplo.
Sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar, porque Él oraba de una manera diferente y ellos lo percibieron. Oraba a Su Padre y no como los fariseos. Enseñaba a vivir en comunión Dios.
Jesús oraba en todo momento y ante toda circunstancia, en las más sencillas e incluso en la cruz. Oraba antes de comer, al tomar decisiones, oraba al hacer milagros, se apartaba a orar a solas, oraba con sus discípulos... Pasó la noche orando antes de llamar a los doce. Antes de ir a la cruz, oró por los discípulos y por todos los que habrían de creer en Él (Juan 17).
Oró en Getsemaní, y también en la cruz: "...Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lc.23:34). Y antes de morir: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc.23:46). Después de resucitar oró en diferentes ocasiones con sus discípulos. Hebreos, hablando del sacerdocio inmutable de Jesús, nos dice que Él continúa orando por quienes han creído en Él: "...viviendo siempre para interceder por ellos" (He.7:25b).
La oración debe ser primordial en nuestra vida como lo fue en la de Jesús. La oración trae respuestas, pero además, nos da un mayor conocimiento de Dios y de su voluntad. Somos transformados y guiados para cumplir sus propósitos. Como individuos y como Iglesia, vivamos el ejemplo de Jesús. Oremos sin cesar. Oremos con entendimiento. Oremos en el Espíritu. Oremos con plena confianza. ¡Dios sigue obrando en todo tiempo!
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